La odisea contiene muchos mitos dentro de sus páginas.
Uno de ellos es el siguiente:
“…Y Demódoco,
acompañándose de la
cítara, rompió a
cantar bellamente sobre
los amores de Ares y de la de
linda corona, Afrodita: cómo se unieron por primera vez a ocultas en el palacio
de Hefesto. Ares le hizo muchos regalos y deshonró el lecho y la cama de
Hefesto, el soberano…” (Pág.#68)
“…«Ven acá, querida,
vayamos al lecho y acostémonos, pues Hefesto ya no está entre nosotros, sino
que se ha marchado a Lemnos, junto a los sintias, de salvaje lengua.» Así habló, y a ella le pareció deseable
acostarse. Y los dos marcharon a la cama y se acostaron. A su alrededor se
extendían los hilos fabricados del prudence Hefesto y no les era posible mover
los miembros ni levantarse. Entonces se dieron cuenta que no había escape
posible. Y llegó a su lado el muy ilustre cojo de ambos pies, pues había vuelto
antes de llegar a tierra de Lemnos; Helios mantenía la vigilancia y le dio la
noticia y se puso en camino hacia su palacio, acongojado su corazón. Se detuvo
en el pórtico y una rabia salvaje se apoderó de él, y gritó estrepitosamente
haciéndose oír de todos los dioses:
«Padre Zeus y los demás dioses felices que vivís siempre, venid aquí
para que veáis un acto ridículo y vergonzoso: cómo Afrodita, la hija de Zeus,
me deshonra continuamente porque soy cojo y se entrega amorosamente al
pernicioso Ares; que él es hermoso y con los dos pies, mientras que yo soy
lisiado…” (Pág.#69)
El mito de Afrodita y Ares es muy
interesante por diversas razones. La primera de ellas, porque nos habla de un
tema que es recurrente en la mitología griega: el extraño vínculo que existe
entre la belleza y la guerra. Estos dos dioses mitológicos consagran esa
asociación.
El
mito de Afrodita y Ares es uno de los más interesantes de la mitología Griega.
Digamos primero que Afrodita era la diosa de la belleza y del amor sexual.
Había nacido del mar y su belleza era superior a la de cualquier criatura.
Todos los que la veían, dioses y mortales, quedaban prendados de su hermosura y
ella lo sabía. En parte, por eso era muy vanidosa.
Hefesto,
dios del fuego, de la forja, de los herreros y de los artesanos, era uno de los
que amaba a Afrodita en secreto.Hefesto era hijo de Hera y de Zeus, dios de
dioses. También era todo lo contrario de Afrodita: una criatura poco agraciada.
De hecho, según el mito de Afrodita y Ares, cuando Hefesto nació su propia
madre se molestó con su fealdad y lo expulsó del Olimpo.
Hefesto era cojo y
jorobado. Tenía un aspecto descuidado y desagradable. Ante el rechazo
humillante que recibió de su propia madre, decidió vengarse. Por eso construyó
en su taller un trono mágico y mediante engaños consiguió que Hera se sentara
allí. Al hacerlo, ella quedó atrapada sin poder moverse.
Ante las súplicas de Hera, Hefesto puso una sola
condición para liberarla: que los dioses le dieran a Afrodita como esposa. Zeus
le concedió el deseo. Cuenta el mito de Afrodita y Ares que a la diosa de la
belleza no le hizo ninguna gracia la situación. Detestaba a Hefesto porque no
era hermoso como ella.
Hefesto trataba sin
descanso de ganarse el afecto de Afrodita. Diseñaba para ella hermosas joyas en
su taller. Sin embargo, ella no tenía ningún interés en el dios del fuego. Por
el contrario, cada vez que podía, le era infielcon otros dioses, e incluso con
mortales, sin que su esposo se diera cuenta.
Por otra parte estaba
Ares, dios de la guerra, de la violencia, de la virilidad masculina y defensor
de los más débiles. También era hijo de Hera y Zeus. A diferencia de Hefesto,
tenía una figura muy hermosa. También tenía debilidad por las diosas y las
mujeres. Nunca se tomaba la molestia de conquistarlas, sino que simplemente las
hacía suyas.
Según lo que señala en
mito de Afrodita y Ares, cuando el dios de la guerra se encontró con la diosa
de la belleza, se enamoró perdidamente. A diferencia de lo que hacía con sus
otras amantes, decidió cortejarla. La llenaba de regalos y halagos para ganar
su amor. Los dos pasaban mucho tiempo juntos, hasta que Afrodita le
correspondió plenamente.
Hefesto, su esposo,
pasaba todas las noches en su taller de forja. Los dos amantes aprovechaban
esta situación para amarse hasta el amanecer. A Ares siempre le acompañaba un
joven llamado Alectrión. Él se quedaba vigilando la puerta. Su misión era
avisarles en qué momento aparecía Helios, el Sol, en el horizonte. Helios todo
lo veía y ellos debían mantener su romance en secreto.
Para los griegos,
cualquier dios o diosa podía tener todo tipo de escarceos amorosos con quien
quisiera. Lo que no estaba permitido era tener un solo amante y mantenerlo, es
decir, una infidelidad formal. La relación que sostenían Afrodita y Ares era
precisamente eso.
Todo andaba bien,
hasta que un día, Alectrión, cansado de la rutina diaria, se quedó dormido
mientras vigilaba. Por eso no pudo avisar que Helios ya estaba ahí. Este último
vio a los amantes entre las mismas sábanas en las que Afrodita dormía con
Hefesto. Lleno de indignación, buscó al dios del fuego y se lo contó todo.
Cuenta el mito de
Afrodita y Ares que Hefesto se sintió herido en lo más profundo de su corazón.
Como era costumbre, solo pensó en vengarse.Para hacerlo, diseñó una fabulosa
red de hilos de oro.Eran tan finos que no se veían, pero al mismo tiempo eran
extremadamente resistentes. Valiéndose de artimañas, dejó la red de hilos de
oro sobre la cama. Luego le dijo a Afrodita que se iría de viaje.
Ares, que siempre
estaba al tanto de lo que hacía Hefesto, aprovechó la ocasión para ir
inmediatamente a ver a Afrodita.Cuando se estaban amando, la red de hilos de
oro cayó sobre ellos y los atrapó. De inmediato, Hefesto se hizo presente y
convocó a todos los dioses para que se hicieran presentes. Estos se rieron
tanto de la situación, que su carcajada pareció eterna.
Después, los amantes
fueron liberados y cada uno de ellos tuvo que ir a un lugar diferente. Ares
castigó a Alectrión convirtiéndolo en gallo y haciendo que cantara cada vez que
apareciera el Sol. Del amor entre los dos dioses nació Eros, el dios del amor
romántico. Ares y Afrodita no podían volver a verse, pero incumplieron la
norma: tuvieron siete hijos más.
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